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Todavía siento su perfume. Y la sonrisa que se le escapó mientras sellábamos nuestra promesa con un dulce beso. Pero fue tan dulce... Y a esas tardes de invierno donde todo era eterno, y me reconfortaba mirar sus ojos. Donde su confusión no existía, y ni siquiera conocía la palabra angustia. Donde cada vez que lo tocaba me sentía más segura. Donde juraba que a nada le temía. Era tan fácil quedarme dormida mientras le abrazaba...
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